Aula de Interpretación del Ídolo de Peña Tú

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Datos básicos

Clasificación: Patrimonio cultural

Clase: Museos

Tipo: Aulas

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Llanes

Parroquia: Vidiago

Entidad: Puertas

Comarca: Comarca del Oriente de Asturias

Zona: Oriente de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Código postal: 33597

Cómo llegar: Aula de Interpretación del Ídolo de Peña Tú

Dirección digital: 8CMQ98W5+HJ

 

Aula de Interpretación del Ídolo de Peña Tú

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Descripción:

INFORMACIÓN GENERAL

Cómo llegar

En las inmediaciones del pueblo de Puertas de Vidiago (Llanes), se encuentra el Ídolo de Peña Tú, roca en la que una de sus paredes muestra varias representaciones de arte prehistórico, pinturas y grabados que corresponden a la época neolítica, y que señalan probablemente un lugar conmemorativo, tal vez la tumba, de algún personaje notable de hace 4.000 años.

El acceso se realiza desde la carretera N-634 de la que parte un camino hacia el SO que tras unos 600 metros de recorrido, ligeramente ascendente, llega al monumento. La visita es libre y gratuita durante todo el año.

El Centro de Interpretación o Aula Didáctica de Peña Tú se encuentra también en Puertas de Vidiago.

Visitar el centro

El acceso al mismo es gratuito, siendo el horario de visitas el siguiente:

  • Martes a sábado: de 11.00 a 13.30 y de 17.00 a 21.00 horas.
  • Domingos y festivos: de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 21.00 horas.
  • Lunes: cerrado.

UN POCO DE HISTORIA

La historia no se detiene

La ocupación humana de la zona oriental de Asturias no se detuvo en los tiempos de Peña Tú. Hallazgos metálicos de momentos más avanzados de la Edad del Bronce se han producido en Caldueño (Llanes) y en Trescares (Peñamellera Alta). Estos ejemplares revelan la existencia de conexiones, en cuanto a las técnicas de trabajar el metal y los estilos de las formas, con el mundo mucho más extenso de las costas atlánticas europeas.

La Edad del Hierro ha sido parca en testimonios en el Oriente costero asturiano, y tenemos un gran desconocimiento, como para buena parte de la Edad del Bronce, de los lugares de habitación y de los procesos económicos. La presencia de piezas de excepcional calidad correspondientes de manera genérica a esa época, como las piezas de arreos de caballo en bronce de la Cueva Baja de Lledías (Llanes), asociadas a un vaso cerámico.

El reciente hallazgo de un enterramiento humano cerca de Peña Tú, en la sima de Fuentenegrosu, nos informa del uso humano de la zona montañosa, a través del esqueleto de una mujer, enterrada en este lugar con un ajuar personal integrado por dos pulseras de bronce. Las fechas de Carbono-14 sitúan estos restos en el marco de la primera Edad del Hierro.

Junto a esa continuidad debió de persistir la identificación de Peña Tú como un lugar sagrado a lo largo de toda la Historia. Prueba de ello es la cristianización del lugar y sus representaciones a través de la superposición de cruces realizadas por piqueteado de la roca, con formas que parecen remontarse a tiempos medievales. El nombre de «Cabeza del Gentil» para este monumento, que recogieron Vega del Sella y Hernández Pacheco aún a principios del siglo XX, ilustra perfectamente esa idea persistente de hallarnos ante un lugar sagrado heredado del paganismo.

De espacios sagrados a lugares de saqueo

La visibilidad de los túmulos y su carácter destacado en el relieve local los han hecho víctimas de la codicia a lo largo del tiempo, como otra constante en su historia. Su significación social como lugar de los muertos pasó de generación en generación, y la reutilización posterior de sus masas tumulares para seguir enterrando a los difuntos está bien documentada mucho después de que fueran erigidos.

La tradición del enterramiento individual con ajuares personales de prestigio supuso la existencia de riquezas —a la escala de lo que significaban en esas comunidades— en las tumbas, dando origen a leyendas de tesoros ocultos que solían tener su base en el hallazgo, en algún momento del pasado más o menos remoto, de objetos de bronce u otros materiales que la imaginación popular rápidamente trasmutaba en oro.

En nuestra cultura tradicional, los moros míticos, situados en un pasado intemporal, son el origen y fuente de la mayor parte de los supuestos tesoros ocultos en cavernas y túmulos, donde los abandonaron en su desbandada ante el rápido avance de los ejércitos cristianos.

La búsqueda de los tesoros de los moros fue una actividad bien conocida a la largo de la era moderna, con el acompañamiento de infalibles gacetas de tesoros que daban las pistas necesarias para su hallazgo. El resultado fue el expolio de cuevas, túmulos y castros ligados a esas riquezas legendarias. Por ello, la práctica totalidad de los túmulos que han llegado a nosotros muestran las huellas del saqueo.

El entorno de Peña Tú no se libró de estas actuaciones, alimentadas por supuestos libros que describían un tesoro envuelto en una piel de toro y enterrado cerca de este lugar, como menciona el conde de la Vega del Sella.

El primer conocimiento científico de Peña Tú

Presente a lo largo de los milenios en el paisaje costero de Llanes y objeto de las más variadas devociones, Peña Tú se convirtió también en objeto de culto científico y erudito a partir de agosto de 1913, cuando fue visitada por vez primera por Eduardo Hernández Pacheco y el conde de la Vega del Sella. Meses después sería Juan Cabré quien completó las observaciones y realizó el calco clásico y más difundido hasta hoy de las pinturas y grabados que decoran la peña.

Los descubridores construyen en torno a los grabados y pinturas de Peña Tú un discurso científico que se superpone a los previos discursos religioso y legendario: se trata de un ídolo del final del Neolítico o los comienzos de las Edades de los Metales, con un carácter conmemorativo funerario o de monumento sagrado del pueblo que habitó la comarca.

Peña Tú jugó además un papel clave para establecer la fecha del arte esquemático de la Península Ibérica. Hernández Pacheco emplea la asociación en Peña Tú del ídolo y el puñal con las figuras humanas esquemáticas para extender a todas éstas la misma edad de final del Neolítico o inicios de la Edad del Bronce.

En 1923 Peña Tú es declarado Monumento Nacional.

Investigaciones sobre las Sierras Planas y Peña Tú

La atención despertada por las investigaciones de Hernández Pacheco, Vega del Sella y Cabré en Peña Tú provocó nuevas actuaciones con el objetivo de desenterrar nuevos tesoros —esta vez en sentido arqueológico— en el entorno de la roca.

El primero de estos nuevos buscadores fue José Fernández Menéndez, cura párroco de Vidiago, que realizó excavaciones en la Cueva del Bufón, encontrando un depósito sepulcral que incluía un ajuar de cerámicas decoradas y un punzón de cobre, de época calcolítica y, por tanto, cercano en el tiempo a la ejecución de los grabados y pinturas de la roca. También inició las excavaciones sistemáticas de los túmulos de la Sierra Plana de Vidiago en los años veinte, exhumando diversos materiales de gran interés, entre ellos picos asturienses, que le llevaron a afirmar la contemporaneidad de los túmulos con los concheros asturienses, y llevando éstos hasta el Neolítico; esta argumentación lo condujo a una seria polémica con el conde de la Vega del Sella, cuya idea de la edad mesolítica de los concheros ha corroborado la investigación posterior.

En 1979 Manuel Fernández Miranda y Primitiva Bueno realizaron un nuevo calco de las figuras pintadas y grabadas de Peña Tú. Esta revisión se acompañaba de un estudio en que ponían en relación las representaciones de Peña Tú y Tabuyo del Monte con la «fase A de la cultura del Argar». Años más tarde, tras sus excavaciones y estudios del conjunto de menhires del Collado de Sejos (Cantabria), Primitiva Bueno asignó a estas representaciones de personajes relevantes un papel de símbolo de posesión territorial, como guardianes de los montes de la comunidad.

Más recientemente, Miguel Ángel de Blas, de la Universidad de Oviedo, ha desarrollado una hipótesis de trabajo en la que establece cuatro fases en la historia del monumento, empezando con su posible significado sagrado para los cazadores recolectores asturienses, debido a la forma de animal que cobra la roca contemplada desde un punto de vista concreto. A continuación se ejecutarían las pinturas esquemáticas en el Neolítico final o Calcolítico, y posteriormente, a inicios del Bronce Antiguo se grabaría la gran figura del personaje y el puñal. La fase final correspondería a la continuidad en el uso simbólico del lugar en la Historia posterior, con la ejecución de las cruces piqueteadas y otros añadidos modernos.

LA EXPOSICIÓN

1. En principio fue la roca

1.a) Cazadores, recolectores y pescadores del Asturiense

Hace unos 10.500 años, los pobladores de las zonas costeras del Oriente de Asturias comenzaron a desarrollar un sistema productivo muy eficaz, basado en la combinación de diversas fuentes de alimentos que les permitían habitar durante todo el año cerca del litoral, sin grandes desplazamientos estacionales. El relieve y la vegetación de la zona les daba acceso a la caza de animales de campo abierto, como los toros salvajes, a otras especies que frecuentaban las zonas de arbolado disperso, como los ciervos o los bosques más cerrados, como jabalíes y corzos. Todos ellos han dejado como testimonio sus huesos en los yacimientos de la época.

Las masas forestales les suministraban gran cantidad de productos vegetales comestibles, incluyendo frutas silvestres, brotes y raíces, y frutos secos como las avellanas o las bellotas. Madera y semillas de estas plantas también se han conservado carbonizadas en los yacimientos asturienses. En su mayoría son recursos que abundan en los meses de primavera, verano y otoño.

Con todo, lo que forma la masa principal de los depósitos de este periodo son los productos del mar. Los concheros característicos de la denominada cultura Asturiense se han formado por acumulación de miles de conchas de moluscos marinos, en especial diversas variedades de lapas o llámpares, y bígaros de un género concreto, Monodonta lineata, que es un buen indicador de que las aguas del mar eran ya relativamente templadas. Pero también recogían en abundancia mejillones, oricios, algunas ostras, y varios tipos de cangrejos propios de rías y charcos de marea. Estudios recientes indican que buena parte de ese marisqueo se desarrollaba a lo largo del otoño y del invierno. La pesca en el mar debió de ser también una actividad importante; en concheros del Oriente de Asturias se han identificado más de veinte especies de peces marinos de tamaños muy diversos.

Las investigaciones más recientes han mostrado la relativa frecuencia de hallazgos de restos humanos en estos depósitos, así como la existencia de un uso sepulcral repetido en otros asentamientos del interior del Oriente de Asturias, como la Cueva de los Canes, en Cabrales. Estos enterramientos podrían apuntar a una importancia creciente de la relación entre grupos humanos y un territorio, plasmada a través del ritual funerario.

1.b) Fechas para un cambio

Cuando el conde de la Vega del Sella excavó los concheros de diversas cuevas del Oriente de Asturias se sorprendió del aspecto aparentemente tosco de los instrumentos que contenían, entre ellos los que bautizó como picos asturienses, atribuyéndolos a una época posterior al final del Paleolítico Superior y anterior al Neolítico, con cuyo origen en la región cantábrica no tendría relación directa, ya que habría un hiatus entre ambas épocas.

La investigación sistemática del norteamericano Geoffrey Clark en los yacimientos del Oriente de Asturias resolvió definitivamente la datación, al situar las ocupaciones asturienses mediante dataciones de carbono-14 entre unos 9.500 y 6.000 años atrás; los datos procedentes de las excavaciones realizadas la década siguiente en la Cueva de Mazaculos, en Ribadedeva, llevan el inicio de los concheros asturienses un milenio más atrás, hace unos 10.500 años.

En su final, las fechas de los últimos concheros se solapan con las de los primeros monumentos megalíticos cantábricos, unos 6.200 años antes de nuestros tiempos.

2. La huella humana en el paisaje

2.a) Los instrumentos del cambio

Las comunidades neolíticas fueron las primeras en dejar su huella permanente en el paisaje. Hasta entonces, los grupos de cazadores, recolectores y pescadores se apropiaban de los recursos naturales sin necesidad de modificar de manera significativa su entorno; ahora los pastores y agricultores neolíticos necesitaban transformar ese entorno para adaptarlo a sus formas productivas.

El más poderoso instrumento con que contaban para abrir claros en los bosques y convertirlos en pastos y tierras de cultivo fue el fuego.

Las hachas pulimentadas fueron otro instrumento fundamental de transformación del medio. Enmangadas como hachas o como azuelas, permitían cortar árboles, trabajar la madera y utilizarla para diversos usos. Estas hachas son frecuentes en los ajuares que se depositaron el los túmulos. Su utilización como azada también está en relación con la apertura de los primeros campos de cultivo de cereal de la zona, documentados en la región cantábrica desde hace unos 4.500 años a.C.

Las hojas de sílex se asocian también con la actividad agrícola, como también los fragmentos de hojas de sílex utilizados como elementos de hoces empleadas para la siega del cereal. Unas y otras se han encontrado también en los túmulos y yacimientos al aire libre de la Sierra Plana.

La persistencia de la caza en época neolítica se documenta a través de los restos de alimentación, pero también por la presencia de puntas de flecha de sílex, algunas de ellas con cuidado retoque por ambas caras, que nos revelan el uso del arco y flechas en la época, sin duda con fines cinegéticos, pero también bélicos en los conflictos con grupos próximos.

La cerámica es otra innovación que caracteriza el Neolítico, aunque su utilización parece relativamente limitada en los primeros tiempos en esta zona.

2.b) Sobreviviendo en un nuevo mundo

La introducción de la agricultura y la ganadería supuso un cambio radical en las prácticas económicas de las poblaciones del Cantábrico. El pastoreo, que incluía cabras, ovejas y ganado vacuno en proporciones variables en el espacio y el tiempo, requirió la introducción de especies domésticas, ajenas a la región, y la apertura de amplios espacios de pastos a costa de los ricos bosques de hoja caduca de las zonas de baja y media montaña.

La agricultura exigió la apertura de claros y roturación de la tierra en las zonas bajas, también con la introducción de especies vegetales nuevas. Los bajos rendimientos de este tipo de labores agrícolas sin duda debieron provocar la progresiva puesta en producción de nuevas tierras vírgenes, reduciendo los dominios «naturales» cada vez más.

Este proceso —que ha sido calificado como la domesticación del paisaje— implicó a medio plazo el abandono de muchas de las prácticas de caza y recolección tradicionales, incompatibles en un espacio tan reducido con la expansión de las comunidades neolíticas, que si bien aún cazan y recolectan ocasionalmente, han desplazado el centro de su actividad económica a la actividad ganadera y agrícola.

La sedentarización es otra faceta de esta realidad. Los grupos asturienses, según los datos arqueológicos, debían permanecer en la zona costera a lo largo de la mayor parte, si no de todo el año. Sin embargo, una economía cazadora y recolectora exigía un cierto grado de movilidad para asegurar la continuidad del sustento del grupo. Las comunidades neolíticas, en cambio, están ligadas a la tierra que cultivan y en la que pastan sus ganados: el control de un territorio y la permanencia en él es lo que garantiza su supervivencia, y por ello tienen que demarcarlo y defenderlo.

2.c) Propiedad y sociedad

Las comunidades primitivas de cazadores-recolectores carecían de sentido de la propiedad de la tierra: su movilidad se basaba precisamente en la posibilidad de disponer libremente de los recursos que la naturaleza les ofrecía en cualquier lugar. Por ello no necesitan almacenar ni redistribuir bienes o alimentos, ya que se apropian de lo que consumen.

En cambio, las sociedades neolíticas se basaban en la propiedad colectiva de la tierra y sus productos. Los cultivos y ganados pertenecen al grupo, así como la tierra que los sustenta, y todos aportan su trabajo para obtener unos bienes comunes que se redistribuyen entre todo el cuerpo social a lo largo del año.

Estas primeras comunidades agrícolas y ganaderas eran de carácter tribal, y se supone que las relaciones sociales estarían basadas en un sistema de organización social que compromete recíprocamente a todos los miembros del grupo en esas tareas comunes. Sociedades en principio igualitarias, pero en las que la necesidad de reparto de tareas, de redistribución de bienes, de solución de conflictos va requiriendo personalidades respetadas que asuman esas funciones por acuerdo comunal. Es el inicio de la jerarquización social que desembocará más tarde en las sociedades de jefaturas.

2.d) Espacios rituales, espacios de grupo

La edificación de sepulcros megalíticos, que exigen la aportación del esfuerzo colectivo de un grupo relativamente amplio, puede resultarnos a primera vista extraña.

La creación de espacios para los muertos con una continuidad de uso —representada por grandes tumbas que se reutilizan o, como en el Oriente de Asturias, por la construcción sucesiva de monumentos— supone una vinculación simbólica del grupo social, a través de los ancestros, con la tierra que les pertenece. Los muertos no se ocultan, sino que se hacen muy visibles, como manifestación de la propiedad de la tierra. Y la visibilidad de la tumba se logra a través de su monumentalidad, como hito destacado en el paisaje local.

La ubicación de muchos megalitos en áreas de montaña, desde las sierras planas litorales hasta las alturas de Picos de Europa, parece ser indicativa de la importancia que los espacios de pastoreo tenían para aquellas sociedades. Los campos de cultivo cercanos al poblado tienen unos propietarios evidentes, pero el conflicto por los límites de las tierras de pastos han presentado hasta hoy un carácter muy conflictivo entre comunidades vecinas, y muchos menhires y túmulos construidos en el Neolítico han seguido teniendo un papel como delimitador territorial hasta nuestros tiempos.

2.e) La conquista de las montañas

La distribución de los monumentos megalíticos de la región cantábrica revela un fenómeno de gran interés: la colonización sistemática de los paisajes de montaña por las primeras comunidades neolíticas.

Frente a un poblamiento costero y de los fondos y laderas bajas de los valles durante el Paleolítico Superior y el Mesolítico, las necrópolis tumulares se erigen sobre todo en cordales de media montaña, y en casos alcanzan las alturas de los Picos de Europa, superando los 1.500 metros de altitud. A menudo se ubican en collados de amplia visibilidad que son paso obligado para el acceso a los valles o para la comunicación entre ellos.

Las excavaciones de algunos de estos monumentos en Vegabaño (Sajambre, León) o sobre todo Peña Oviedo (Liébana, Cantabria) muestran que esos espacios fueron ocupados en una fecha temprana, y no son resultado de un período dilatado de expansión. En Peña Oviedo, junto a monumentos de tipología variada, se localizó una estructura interpretada cabaña con silos de almacenamiento.

Posiblemente se trata de los testimonios más antiguos de un modo de vida en el que la trashumancia periódica de los ganados llevaba a los grupos neolíticos a desplazarse en verano a las zonas de pastos de montaña, creados por la tala de los bosques y delimitados por los monumentos megalíticos.

3. Arañando la tierra

3.a) Los comienzos de la minería

La utilización del metal por las comunidades cantábricas tuvo un origen temprano. Las investigaciones de Miguel Ángel de Blas sobre las minas de cobre del Aramo y del Milagro han demostrado la antigüedad del laboreo de estos yacimientos de óxidos y carbonatos de cobre, cuyo inicio se remonta a unos 4.300 años atrás.

En las minas de cobre prehistóricas de Asturias, reconocidas a finales del siglo XIX, se hallaron numerosos instrumentos realizados en piedra y en asta de ciervo empleados por los mineros desde la Edad del Cobre o Calcolítico. Se trata de mazos de piedra, hechos con grandes cantos rodados, martillos de asta de ciervo, picos y cuñas del mismo material, y bateas de madera. La iluminación de las galerías se lograba mediante pequeñas teas.

El uso del fuego pudo ser un procedimiento empleado para la torrefacción del mineral en las galerías y facilitar su extracción, aunque la mayor parte del trabajo era exclusivamente manual, en condiciones muy penosas, al igual que el acarreo de los materiales.

Los numerosos hallazgos de restos humanos —especialmente cráneos— en las galerías de estas minas sugieren a autores como Miguel Ángel de Blas un uso funerario de las mismas, una vez finalizada la extracción de mineral.

3.b) La primera metalurgia

El proceso de transformación de los minerales de cobre en armas y herramientas requiere una serie de pasos que no necesitan tecnologías complejas, pero sí un conocimiento especializado.

Las hogueras del tipo empleado para cocer la cerámica en los tiempos calcolíticos y los inicios de la Edad del Bronce reúnen condiciones suficientes para lograr la reducción del mineral, es decir, para obtener metal a partir de los óxidos y carbonatos de cobre. El mineral se colocaba en crisoles de cerámica refractaria, posiblemente mezclado con carbón vegetal, y cubierto de leña, en un proceso de combustión que dura varias horas. Al final, los restos del metal quedaban en el fondo del crisol.

Más complicado debía de resultar obtener la temperatura de fusión del cobre, que requiere el uso de aireación forzada y una técnica más elaborada de combustión, un proceso del que no tenemos testimonios arqueológicos en la zona. Pero sí se conocen los productos de esa actividad de los fundidores, a través de acumulaciones de metal bajo la forma de tortas de fundición, como en el conjunto de Gamoneo (Onís), cercano a la mina del Milagro, o el depósito de hachas planas halladas en Asiego (Cabrales). Este último tipo de piezas, junto a los puñales, símbolo del prestigio personal, son los hallazgos metálicos más frecuentes del momento.

La metalurgia es una actividad compleja, que requiere artesanos especializados; además, se integra en un proceso económico y social más amplio, que incluye el control previo de la actividad minera y la distribución posterior de los productos en un mercado más amplio que las pequeñas poblaciones locales. La acumulación de riqueza y poder manifestada por los depósitos o por la posesión de armas metálicas de prestigio son el reflejo de unas comunidades donde la división social del trabajo, la jerarquización y la concentración del poder en elites dominantes ilustran el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales.

4. Un mundo de relaciones europeas

Peña Tú no es mero ejemplo local y aislado de las sociedades cada vez más jerarquizadas de los inicios de la Edad del Bronce. Por el contrario, significa un ejemplo destacado de un fenómeno que se extiende por un amplio territorio de la Europa Occidental y el Mediterráneo, con ejemplos también notables en Europa Oriental. Se trata de estelas decoradas con representaciones de personajes acompañados de armas que datan de los inicios de la Edad del Bronce. La repetición de estos motivos decorativos nos ilustra de la extensión de unas sociedades que comparten valores simbólicos muy similares, salvando las distancias geográficas y culturales entre ellas.

Peña Tú es, por lo tanto, la mejor prueba de la temprana inserción de la comarca en un ámbito europeo y de su papel en esas redes de contactos, intercambios e influencias mutuas desde los más antiguos tiempos del metal.

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